Rudolf Diesel, padre del motor diesel, murió en extrañas circunstancias a finales de septiembre del año 1913 cuando se disponía a tomar un ferry que lo llevara desde Alemania hasta Inglaterra. Su camarote se encontró vacío, y a los pocos días hallaron su cadáver en un río alemán. Los policías se dignaron en recoger los enseres personales del cuerpo y devolverlo a donde estaba.
El señor Diesel apostaba por los combustibles alternativos, renovables, verdes, como el aceite de soja, de palma o de cacahuete. Evidentemente los crecientes inversores alemanes de la industria del petróleo estaban escandalizados. Y aterrorizados.
Y eso no es todo. Diesel estaba abierto a que su invento fuera utilizado y patentado por cualquiera. El viaje del ingeniero alemán a Inglaterra no debió de sentar nada bien en la cúpula militar. Los militares alemanes querían utilizarlo para sus submarinos (idea totalmente contraria a Diesel), y no toleraban que los ingleses pudieran hacer lo mismo.
¿Suicidio? ¿Asesinato? No lo sabemos. Lo que está claro es que su motor sólo fue comercializado, después de su muerte, para utilizar combustibles derivados del petróleo, más baratos entonces que los biocombustibles.
Así que, olvidándonos de la trama, nos quedamos con una frase suya, dicha poco antes de morir:
"The use of vegetable oils for engine fuels may seem insignificant today. But such oils may become in course of time as important as petroleum and the coal tar products of the present time."
“El uso de aceites vegetales como combustibles para los motores puede parecer insignificante hoy. Pero estos aceites serán, con el paso del tiempo, tan importantes como lo son el petróleo y el carbón en nuestros días”.
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