miércoles, 21 de noviembre de 2007

Las algas: una nueva esperanza

Las algas, como todas las plantas, necesitan para desarrollarse tres componentes esenciales: luz, dióxido de carbono y agua.

Captan la energía de la luz solar y la utilizan para convertir sustancias inorgánicas en hidratos de carbono, ácidos grasos, proteínas y vitaminas. En sus membranas contienen lípidos y ácidos grasos, productos de reserva y metabolitos. Las especies con alto contenido en grasas son las que verdaderamente tienen interés para la producción de biodiésel.

Es lógico pensar que un crecimiento rápido de la variedad de alga cultivada es lo más conveniente para el caso: cuanto más rápido crezcan las algas, más biodiésel tendremos en un determinado espacio de tiempo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, por muy rápido que crezcan, hay algas que producen mayor cantidad de grasas que otras. Aunque no puede decirse que haya una especie de algas que sea la mejor en cuanto a la obtención de grasas se refiere, sí puede afirmarse que las diatomeas y las algas verdes son las que resultan más prometedoras.

Detalle: diatomeas unicelulares:


La infraestructura más elemental para el cultivo de algas la constituyen las balsas, habitualmente construidas en forma de canal. Las algas, el agua y los nutrientes circulan a lo largo del canal en el que una rueda de paletas mantiene las algas en suspensión. Son de escasa profundidad para que la luz del sol penetre hasta el fondo. Funcionan de forma continua, proporcionándose a las algas constantemente CO2 y nutrientes, mientras el conjunto del agua con las algas se va desplazando hacia el extremo opuesto de la balsa.

Al tratarse de procesos a cielo abierto existe el riesgo de contaminación por algas indeseables. Esta posible contaminación, unida a la dificultad para regular la temperatura, la iluminación y el aporte de CO2, hace que su capacidad de producción sea menor que la de otras estructuras de cultivo que requieren una inversión mayor. Por las mismas razones, se reduce bastante el número de especies cultivables en balsas.


Se puede intensificar el cultivo cubriendo las balsas con un invernadero, lo que supone una notable mejoría en el control de la temperatura del agua, del CO2 y de la iluminación. Así, se puede ampliar considerablemente la lista de especies cultivables. Se alarga el período de cultivo especialmente si se cuenta con calefacción, con el consiguiente incremento de la producción.

Finalmente están los llamados fotobiorreactores que permiten el cultivo en un sistema cerrado que, al mismo tiempo que dificulta la contaminación de las algas, facilita el control de los distintos factores de producción.

Existen varios tipos de fotobiorreactores según se construyan con tubos de plástico o de cristal, con tanques o con bolsas de plástico. Evidentemente los fotobiorreactores exigen una inversión considerablemente más alta que las balsas, pero su eficiencia y mayor productividad permiten una rápida amortización. Si se ubican en las proximidades de emisores de CO2 y se pone este gas a disposición de las algas, se obtiene una productividad mayor al mismo tiempo que se reducen las emisiones de éste a la atmósfera.


El estudio de la producción de biodiésel con algas es un tema muy actual, que vaticina otra de las alternativas para dicha producción.


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